LA VIDA ECHADA A PERDER17-06-2019
Suelo pasear mucho por Chueca, aquí en Madrid, porque es casi mi barrio o está a un tiro de piedra de mi barrio de toda la vida, Chamberi. En una de sus calles, no recuerdo si Libertad o Barbieri hay una placa que anuncia que en ese edificio nació y vivió el dramaturgo Miguel Mihura, del que tengo la mejor opinión desde que leí y comenté en clase con mis jóvenes tesoros su maravillosa y trágica Tres sombreros de copa, inovadora obra donde las haya, precursora del teatro del absurdo que luego arrasó en la Europa de la posguerra. Mihura la había terminado en 1932, creo recordar, pero se estrenó mucho después, en 1952, o sea, veinte años después. Llegó tarde, se puede decir, porque el teatro del absurdo europeo no pudo contar con ella, por desconocimiento, sin más. Cada vez que paso por esa calle Libertad o Barbieri, siempre pienso en Mihura y en la atroz melancolía que atraviesa su obra a pesar de que todo parezca un chiste sin sentido o una fiesta para olvidarse de todo, también de que un niño se ha caído a un pozo y ha muerto de manera tan trágica y absurda. Al ver la obra representada ayer en el María Guerrero, con la idea escénica de Natalia Menéndez, la memoria volvió a rastrear sus impresiones lejanas y las contrastaba con lo que se veía en la escena. La melancolía reaparecía íntegramente, el triste destino de Dionisio también y la soledad de Paula igualmente. Mis jóvenes tesoros no sé dónde estarán, pero sí que me gustaría que fueran a ver la representación e hicieran memoria. Esa trompeta que toca don Rosario, el dueño del hotel, el día antes de la boda de Dionisio, parece un prolongado silbido de la tristeza ante el mar inabarcable de la vida que se echa a perder. Y entonces haría esta pregunta: ¿habéis vosotros echado vuestra vida a perder? O también ¿he echado yo mi vida a perder? Yo respondo rotundamente: no, en absoluto, todo lo contrario. Yo he ganado mi vida y la gano día a día intentando no caer en las garras de la cobardía que arrastra a Dionisio a una boda que le arranca del posible amor fructífero con Paula. ¿Y vosotros? No hay respuesta, solo algún día alguien me parará en Madrid y me dirá (como ya ha ocurrido): "Sí, te recordamos, a veces hablamos de ti, y..." "¿Y qué recordáis de mí?", les digo. "Decías: "No os dejéis llevar por la cobardía de Dionisio..." "¿De veras decía eso?". Un eco se oye, una carcajada se pierde, una ilusión se desvanece...