VUESTRA FELICIDAD07-06-2019
Puede que nada sea casual, y que todo lo regule un desconocido que quiere ponernos en aprietos cuando menos lo esperamos. De pronto he desembocado en su intimidad, cuando menos lo esperaba. Y he deseado su felicidad, a la que no sabía qué rostro ponerle, después de tantos años. He ido demasiado lejos y me he desvelado. ¿Cómo será su amor hoy? Yo no era del todo libre porque era mi cabeza la que trajinaba, sin que yo le diera la orden. Al revés, quería dormir pero no me dejaba dormir. Y mi imaginación iba hacia sus abrazos y su calor y su amor, y yo no pintaba nada allí. ¿Por qué quería que fueran felices de esa manera? Temía que no lo fueran y que eso les alejara, aunque siguieran juntos, eternamente felices juntos. He necesitado cortar esa intromisión en su cuarto y me he puesto a leer en pleno insomnio el libro más absurdo de poesía que he leído jamás. Tenía título de tráfico rodado en una ciudad y era un conjunto de rimas incesantes, una insensatísima melopea llena de ingeniosidades baratas, propias de un epígono desnortado de los años 20 del siglo pasado, o algo parecido. Aunque me perseguía el anterior rumor, el de la felicidad vuestra, que yo deseaba a toda costa, la de vosotros dos, sí, vosotros dos, tú y ella, ella y tú, la poesía barata de este hombre, con un resonante premio a sus espaldas, me hacía reír sin parar, lo cual me alivió y me alejó de la otra obsesión, la que me había desvelado. ¿Realmente sois felices? Quiero que lo seáis, a toda costa, insisto. Quiero esos abrazos, los quiero, y quiero que no tengan caducidad, ni ahora ni nunca. Mientras tanto, Claudio le dice a este poetastro, delante de mis narices, Plaza de las Salesas, verano del 1990: "Tú no eres poeta". Me quedé clavado, y le miré al poetastro, y realmente mentiría si dijera que recuerdo qué cara puso. Pero sí recuerdo que sonrió, sonrió y se pasmó, a parte iguales. ¿Qué le voy a decir a este genio? Claudio era así, sobre todo si se las veía con un mentiroso, y aquel poeta, este poeta de esta noche, era realmente un mentiroso por una sencilla razón: porque su libro mentía y miente. ¿Y por qué? Porque miente a la poesía, en cuyo nombre habla y encima con un premio para callar la boca a los débiles pero no a los que nunca han mentido en nombre de quien les regaló el don de la ebriedad. La risa hizo que me durmiera y, al despertarme, sabía que erais felices, realmente felices, eternamente felices.