Le he hecho caso a Luis (Cernuda), vecino que vive ahí al lado, en la misma calle Viriato que yo, en Madrid, y he leído su poema El chopo, tal como me recomendó ayer, cuando me dio por escribir aquí de los chopos que hay enfrente de la casa de Bel, en el norte de Madrid. Me dijo Luis, que debe de saberlo todo: "Lee mi poema, si puedes". ¿Que si puedo? Perdí el culo por leerlo, y agarré el primer libro suyo que tenía a mano, y lo leí, y recordé que fue el poema que decidí poner en el separador de páginas que las editoras de Espasa - Nuria Esteban y Celia Torroja, inolvidables - idearon cuando hice la antología sobre su poesía, el año de su centenario, 2002. Precioso separador, con una foto del poeta en una cara, y el poema en la otra. También recordé que cuando se presentó la antología en la FNAC, aquel mismo año, me embalé hablando de ese poema, como si estuviera inspirado, y me tiró de la manga el poeta que me acompañaba, Martínez Sarrión, como diciéndome: "Para, loco, no es para tanto, no te subas tanto a la parra del entusiasmo..." Me paró en seco Antonio, pero ahora no puede pararme nadie y afirmo lo mismo que entonces: que es un breve poema maravilloso, que es realmente la hostia, y que Cernuda es un poeta asombroso, de un calado sin igual en su tiempo. Yo también quiero lo que él quería en ese poema: si muero, y Dios se hace cargo de mí, quiero que mi alma crezca  "revestida/ del tronco esbelto y gris, con ramas leves, /todas verdor alado, de algún chopo,/hijos feliz del viento y de la tierra,/ libre en su mundo azul, puro tal lira/de juventud y amor, vivo sin tiempo". Exactamente lo mismo que tú, Luis, el mismo deseo. Se lo he dicho cuando le he visto pasear por el barrio, calle Viriato abajo, y se ha sonreído, y me ha dicho que esa era su misión, llegar al alma de un lector cualquiera, vecino o no. Qué ilusión: viviré en ese chopo y así conoceré la cara de Dios, he creído entender. ¿Es así, Luis?