KAFKA HA VUELTO06-07-2019
Kafka nunca se va del todo, esa es la verdad, pero a veces regresa con más fuerza y entonces considero que ha vuelto del todo y que, definitivamente, nunca se irá. No sé, Praga, 1913, su novia Felice, ese enredo interminable, esas cartas que le escribió. Las leí por primera vez en Le Monde, periódico que llegaba regularmente al Colegio Mayor Santa Cruz, en el que residí mis dos primeros años de universidad, 1971-1973. Lo recuerdo muy bien, aquellos sillones que miraban a una chimenea cegada, allí leí una selección de aquellas cartas y realmente me impresionaron. Creo que desde entonces Kafka se quedó conmigo y por eso he dicho antes que nunca se ha ido del todo de mi vida. A veces he soñado con él y he imaginado sus nados en el río y me he preguntado: ¿Quién sabía lo que se traía entre manos ese joven apuesto que nadaba con tanta soltura? Es imposible imaginarse nada de eso porque es imposible entrar en la fortaleza que crea mundos imaginarios de tanta envergadura y singularidad. ¿Por qué he dicho que ha vuelto Kafka? Porque he vuelto a coger el volumen de sus cartas y me he puesto a leer y me he situado, si no en el río, sí en casa de sus padres. Estos juegan a las cartas y Kafka intenta escribir, pero le cuesta por el ruido que hacen. Se lo dice a Felice, que anda de viaje por Frankfurt, por la época en que Theodor Wiesengrund Adorno tenía 10 años. En ese ciudad Felice recibió esa carta y otra en la que su novio le dice que no puede dormir porque su sobrino llora como un cosaco...O sea, los detalles de la vida se infiltran en los detelles de mi vida con la siguiente intención: recordar que los grandes creadores también tienen esa vida del ruido de los padres que juegan a las cartes o del llanto del sobrino que trastorna el sueño. Banalidades de la vida, insignificancias absolutas del respirar diario y, sin embargo, sobre ellas se construyen esos enigmáticos monumentos que llamamos obras de arte superiores. Ha vuelto Kafka, aunque nunca se hubiera ido del todo. Valladolid, años 70, Le Monde, nadie lee ese periódico pero yo lo devoro en silencio. Parece que han encendido el fuego de la chimenea. Crepitan los leños y las llamas tiemblan. Es invierno. Praga se enciende de esa voz llena de agonías y cumbres, y Frankfurt recibe esos temblores que sacuden el corazón de Felice. Adorno corretea por un parque, porque hace bueno. No sabe de la existencia de Kafka pero sabrá de ella y quizás sepa que Felice recibía en Frankfurt esas cartas escritas desde Praga mientras él ignoraba que la existencia fuera a ser un día tan trágica.