LA VALENTÍA13-02-2018
La película La librería, de Isabel Coixet, trata del coraje, la cualidad que eleva a su protagonista, Florence Green (magnífica Emily Mortimer), a ser admirada por sus acciones y muy especialmente por Edmund Brundish (excelente Bill Nighy), otro valiente de los márgenes que cae rendido ante ella por el arrojo que mueve su conducta. En vez de coraje, yo casi siempre digo valentía para referirme a las personas que superan el miedo para defender causas justas, a sabiendas de que se están jugando algo o mucho, incluso a veces la vida.
En la película de Isabel Coixet – reciente
premio Goya a la mejor película y a la mejor dirección – la razón de ser de su
protagonista es también la valentía y el objeto de su valentía es una causa
buena, concretamente la creación de una librería en una pequeña población
inglesa, allá por los años 50. Las fuerzas vivas, por decirlo así, no están por
la labor, pero ella se esfuerza hasta el límite de su capacidad para
reconvertir un caserón municipal abandonado en un espacio confortable dedicado
a la venta de libros.
¿Para qué es necesaria una librería en un
sitio así? Esa es la pregunta clave de la película, y esa es la lucha de quien
la plantea - esa estupenda Florence Green/Emily Mortimer -, y pretende
responderla con hechos, no con palabras. Si una librería es necesaria,
levantemos una librería. No especulemos, no escribamos artículos, no demos
conferencias sobre la bondad de ese espacio, sino que hagamos una librería,
construyámosla, rompámonos los cuernos por conseguirlo, hasta la extenuación,
si es posible, hasta despertar el odio de los oscuros, que irán con saña a
castigar al valiente que se ha atrevido a meter las narices donde parecía que
no había que meterlas.
Es sumamente emocionante en la película percibir esa lucha, y asistir al
empeño de la protagonista por no ceder en ningún caso, a pesar de las amenazas.
Y es sumamente emocionante asistir al crecimiento de la librería en sí, que
demuestra con su existencia su bondad, con
los libros bien alineados en las estanterías rescatando al espacio muerto de su
miseria abandonada, erigiendo un monumento fantástico a la vitalidad humana, la que busca ante todo el engrandecimiento de
la autonomía personal, de la capacidad de decidir por cuenta propia, del acceso
a emociones universales encarnadas en un espíritu singular que dota a sus
palabras de esa fuerza regeneradora y liberadora, porque no está sujeta a intereses que no sean
los de la generosidad sin límites, como interpretaba Sartre que eran las
donaciones de los escritores a sus lectores…
En la película aparece la inolvidable
fábula de Ray Bradbury, Farenheit 451,
en el momento en que se publicó, o aparece Lolita,
también en su primera edición, con el comentario definitivo de Graham Green,
que liberó a la novela de la oscuridad a la que le había condenado el negocio
editorial norteamericano, que la rechazó por perversa; o aparecen los
poemas completos de Philip Larkin, también cuando fueron novedad, un poeta muy
apreciado por mí, con poemas inolvidables que he llegado a traducir y a
publicar en mi Antología esencial de la
poesía inglesa (Austral, 2000).
Lo que llegan a crear esos libros,
convertidos en iconos en esa librería de pueblo, es algo maravilloso y
excepcional, y ese es precisamente el sentido de la respuesta a la pregunta de
antes: ¿para qué sirve una librería en un pequeño pueblo inglés, Hardborough?
Precisamente para visualizar ese milagro, ese esplendor, los libros en el
escaparate, los lectores que se asoman, los transeúntes que experimentan
curiosidad, los que entran, curiosean, hojean, huelen las páginas, y se deciden
a comprarlos y los leen y ya no son exactamente los mismos que eran, porque el
libro les ha ayudado a cambiar, a ser otros, o a ser los que eran sin saber que
lo eran…
La valentía es poder hacer posible todo eso, y que crujan los huesos de
los malvados que no pueden impedirlo. La valentía es la vida de esa mujer,
Florence Green/Emily Mortimer, que consigue hacer eso, al precio que sea. La
valentía es defender el bien por encima de todo, aun a riesgo de la propia
vida.