YO EN UNA PAPELERA02-07-2019
Yo he estado en una papelera, hace mucho, metido dentro, como un papelajo desperdiciado. Bueno, en realidad no fui yo, sino un proyecto de libro mío pero, por metonimia cómica, se puede decir que la causa, el autor - yo - estuvo dentro de la papelera en sustitución imaginativa del objeto que sí realmente lo estuvo, que fue mi libro. Se trataba de una diario mío, escrito in illo tempore, y que me pidió una editora al cargo entonces de la editorial Mondadori (bueno, no exactamente al cargo, encargada tal vez de ciertos asuntos editoriales, sería más exacto decir). Fue ella quien me pidió el libro en cuestión por recomendación de otro editor que se había mostrado entusiasmado con el libro en cuestión pero que luego entró en una espiral dilatoria que colmó mi paciencia de entonces. Harto de tanto mareo, le dije que se dejara de chorradas y que me devolviera el manuscrito. El sujeto en cuestión creo que me lo trajo a casa, si mal no recuerdo. Pues bien, ese mismo sujeto, que sigue siendo editor - y no malo -, le recomendó a esta editora - no tengo ni idea qué habrá sido de ella - que me pidiera ese libro que a él le producía un intenso dolor de cabeza - y sé muy bien por qué pero no todo se puede contar, ni siquiera en estas humildes páginas. Sé lo hice llegar a aquella mujer oronda y me pidió un tiempo para leerlo. Lo normal, perfecto. Pasó un tiempo y le pedí cuentas (lo normal, ¿verdad que sí, autores?). La tía - no se merece otro tratamiento - me hizo ir a la editorial - entonces sita por Arturo Soria, si no recuerdo mal -, entré en su despacho, le pedí cuentas del libro y me señaló la papelera. "¿Cómo?", pensé, o le dije, no recuerdo. "Sí, sí, no tengas dudas", reaccionó pronta, con su dedo deíctico (señalador). Miré en la papelera que tenía cerca (yo) y vi allí mi libro dorado convertido en un desperdicio por grosera decisión de quien me lo había pedido por sugerencia del otro editor que tampoco quiso editarlo. Y si era tan bueno ¿por qué no lo editó este valenciano que sostuvo en una conversación telefónica conmigo que Lope (de Vega) era mejor que Shakespeare? Ni maldita idea, o, mejor dicho, sí tengo idea pero, en todo caso, ¿era necesario que esta otra me arrojara a una papelera para decir que no quería editar mi libro? Ahora sí que no tengo ni maldita idea de por qué hizo aquello aquella desventurada y amargada mujer. Por lo que parece, aquella oronda mujer se las gastaba así y espero que esa clase de bilis no la haya llevado a la tumba antes de tiempo.