STENDHAL05-06-2019
Lo delicioso de la vida es que tienes leyes que sobrepasan cualquier cálculo racional o cualquier previsión premeditada. Nada de eso en montones de ocasiones. De pronto, reaparece alguien que hacía siglos que no leías, y no sabes por qué ocurre. Me ha ocurrido a mí con Stendhal, al que adoré en su día, allá por los ochenta, la década prodigiosa, por lo que veo. Le leí muchísimo entonces, devoré sus grandes novelas y sus maravillosos escritos íntimos, como los titula la Pléiade (tengo los cinco tomazos de su obra en esa colección desde el año 85 y recuerdo que los compré en la extinta librería Turner, y también recuerdo que peleé por un descuento que me costó Dios y ayuda conseguir). Ahora, sin saber por qué, ha vuelto el gran Henry Beyle, como le gustaba llamarlo siempre Juan Manuel Bonet, por aquellos años. Y ha vuelto de la mano de La cartuja de Parma, o La chartreuse de Parme, en su lengua original. La leo (releo) en una buena traducción pero voy con frecuencia al texto en francés, y a veces me llevo pequeños disgustos con la traducción, por detalles que yo hubiera resuelto de otra manera, más cerca del original. Dicho eso, la novela vuela como le da la gana, y Fabricio hace de las suyas, tan románticas, tan aventureras, tan fieles a las raíces de su infancia, que siempre impone su ley sobre su sensibilidad, dispuesta siempre a rendirse ante lo que los ojos extraen del lago o los oídos del sonar de las campanas, por poner solo dos manantiales de la sublimidad que tantas veces se apodera del joven. La duquesa Sanseverina tiene esa personalidad casi arrebatadora, con sus 30 años que parecen más, siempre latente su pasión por su sobrino - estoy por la página 200, aún no sé qué va a pasar, ¡qué delicia! La novela la escribió Stendhal - Beyle, decía Bonet - en un santiamén, en un arrebato, no llegó a dos meses. Hacía casi 10 que había publicado El rojo y el negro, Le rouge et le noir. ¿Tenía prisa? La escribió en plena huida del destierro en Civitavecchia, el lugar más aburrido del mundo. Gran Stendhal, y pobre Stendhal. Buscaba la felicidad pero le costó horrores encontrar momentos felices. Escribir era una forma de felicidad, pero quizás no suficiente. ¿Es el drama de casi todos los escritores?