Una frase, incluso cazada al vuelo, sería suficiente para interesarse de inmediato por un libro y seguir leyéndolo. Es un método de lectura que a veces practico, y casi siempre se convierte en un infalible pronóstico. En el libro del profesor y filósofo Guillermo García Domingo, titulado It’s Only Cartesius, but I Like It (EdicionesEvohé), me encontré una frase con la que el autor caracterizaba a Descartes (Cartesius), y que hubiera justificado por sí sola ese libro. La frase decía lo siguiente: “Descartes se propuso vivir deliberadamente al margen de todos…con el propósito de pensar a expensas de nadie…Ninguna reina, ni siquiera la reina Cristina de Suecia, podría ofrecerle la paz de la que disfrutaba en el único reino solitario, de un solo habitante, que un ser humano debe porfiar en conquistar a cualquier precio, el de su propio pensamiento, destilado en el laboratorio secreto de su individualidad, a lo largo de muchas noches de insomnio como las que padeció Descartes”. Y añade el autor: “Ni las masas con su ímpetu, ni la coacción de los poderosos, ni siquiera la amenaza de la horca pueden violar este reino íntimo, “el cuarto propio”, que los pensadores nómadas llevan siempre consigo”.
Seguí leyendo y me encontré con un libro que intentaba atrapar la figura de Descartes con medios ajenos a las retóricas compositivas académicas, por no decir a sus legañosos hábitos, tan escasamente atractivos para el lector no especializado, entre los que me cuento. Y lo que me encontré fue una defensa a ultranza del pensamiento concebido de una manera libre, asistemático, viajero, aventurero, siguiendo las huellas del propio Descartes.
Descartes dio un sonoro carpetazo a la filosofía escolástica, poniendo en el centro de la actividad del pensar no una sometida obediencia a la tradición neoaristótelicotomista – permítaseme este palabro – sino al propio yo consciente de sí mismo que se atreve a aventurarse por el territorio de lo que la conciencia le ofrece como realidad. Por tanto, la fiabilidad del pensar procede de eso yo aventurero y libre, que, aunque duda, se sabe dueño de ese dudar, que le pertenece por entero. García Domingo ilustra a la perfección esta aventura con un libro heterodoxo, tan heterodoxo como lo fue en su tiempo el propio pensamiento de Descartes, quien dijo para siempre: “Decidí no buscar en otra ciencia que no fuera la que podría encontrar en mí mismo”.
García Domingo apuesta por la variedad formal y compositiva para llevar a cabo su defensa del pensamiento libre y sin ataduras. De ahí que en su libro se entremezclen el ensayo, la narración, la autobiografía y la divagación por lo más diversos territorios, pero todo ello con un hilo subyacente que no es otro que la fascinación por la figura de Descartes y la defensa de un modo de pensamiento que él alumbró con su soledad y su propia aventura creativa. ¿En qué consiste pensar? García Domingo viene a decir: pensar consiste en poner en práctica la actividad que Descartes puso en marcha sin más ayuda que la de sí mismo, descubriéndose a sí mismo en su soledad. Todo pensador debe intentar hacer lo mismo, lanzando al aire sus preguntas sin atenerse a dogmas, ni a autoridades, ni a ortodoxias, ni a certidumbres preestablecidas…, exactamente como hizo Descartes.
No me equivoqué al seguir leyendo este delicioso, divertido, divagante, aventurero, heterodoxo y provocador libro. Todo lo contrario: acerté de pleno. Circulan por estas páginas los más variados personajes, desde el propio Descartes, y su errático cadáver, hasta Kant o Platón, pasando por Darwin, o por Cajal, o por Galileo, o Chesterton o Lorenzo Milani…o Tony Judt, o ¡los Rolling Stones!, a los que debe el título el libro. Estupenda diversidad que apunta a una posmodernidad sin alambradas ni presunciones ni jugueterías vacuas. Todo lo contrario: este libro divertido es serio, pero lo es sin parecerlo, lo cual es todo un logro solo al alcance de los pensadores que piensan en todos, no únicamente en los filósofos profesionales.